Casi todos han visto el programa de televisión Hoarders y se han preguntado: “¿Cómo llegaron a ese punto?”. La mayoría de los jóvenes nunca se imaginarían a sí mismos creciendo y convirtiéndose en acumuladores. Pero, tras años de dificultades en sus vidas, se encuentran en una situación en la que apenas pueden caminar por su casa sin tropezar con todas las cosas que poseen. Una vez que alguien se convierte en un acumulador en toda regla, es mucho más difícil lograr que acepte ayuda y retome una vida más normal.
El acaparamiento ha sido clasificado como un trastorno mental. Así que, aunque a veces usemos el término para describir a alguien desordenado, no siempre es el caso. Estudios sugieren que hasta 19 millones de personas en Estados Unidos podrían sufrir de trastorno de acumulación. Por suerte, se ha comprobado que las personas que tienen una buena red de apoyo y buscan terapia pueden superar sus síntomas. Aun así, es importante estar atentos a estas señales de advertencia para saber si estás en camino a convertirte en acumulador. Y si es así, no tengas miedo de pedir ayuda.
40. No Siempre Es Tan Dramático Como Lo Que Ves en la Televisión

Las personas con trastorno de acumulación no siempre son tan dramáticas como lo que ves en la televisión. Millones de estadounidenses tienen tendencias a acumular, y el nivel de gravedad a menudo depende de cuánto haya intervenido su familia para ayudarles a limpiar y organizar. La mayoría de las personas que eventualmente se convertirán en acumuladores comienzan siendo muy posesivas con sus pertenencias desde los 13 años aproximadamente. Con el paso del tiempo, puedes notar que alguien es muy desordenado y desorganizado en sus 20 o 30 años, y sigue siendo muy posesivo con sus cosas. Como padre o madre, puedes ayudar a romper este patrón en tus propios hijos enseñándoles a compartir. Si es hijo único, tendrás que enseñarle a compartir contigo, tu pareja y otros familiares.

Los síntomas del trastorno de acumulación solo llegan a ser tan graves como los que ves en la televisión cuando una persona ha pasado toda su vida —y bien entrada la mediana edad o la vejez— sin que nadie haya intervenido en su comportamiento. Tal vez creció como hijo único, o se le permitió conservar todo lo que quisiera sin límites. O quizá pasó una vida sintiendo una constante escasez, creyendo que debía aferrarse a todo por miedo a perderlo. Nunca llegará un día en el que una persona meticulosamente ordenada y generosa dé un giro de 180 grados y se convierta en acumulador de la noche a la mañana al cumplir 50 años. Este es un proceso largo, con señales de advertencia que pueden detectarse en el camino.













































































